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Hace un año el país era otro. El mercado inmobiliario estaba en plena ebullición de la mano de los créditos hipotecarios UVA y de las operaciones que se multiplicaban luego de años de demanda postergada; el Gobierno nacional y los desarrolladores – algunos más y otros menos confiados – analizaban posibles alternativas de financiación para construir viviendas destinadas a la clase media y a combatir el déficit habitacional crónico que arrastra a la Argentina, que comprende a más de tres millones de hogares. Los brokers no daban abasta a atender la demanda. Los escribanos tenían sus agendas llenas. El dólar cotizaba a menos de la mitad del valor actual.
Desde entonces, lo sabido: crisis financiera, devaluaciones, inflación del 50 por ciento anual y tasas en alza complicaron la economía y, consecuentemente, el sector inmobiliario, entre otros tantos, resultó duramente golpeado…
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