Clarín – La transformación de la Avenida Callao

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En el universo de las avenidas de Buenos Aires, Callao nunca será tan emblemática como la 9 de Julio o Corrientes, ni tan extensa como Libertador o Rivadavia, ni tan popular como Santa Fe. Tampoco tiene una identidad o una estética tan clara como la Avenida de Mayo, que en unas pocas cuadras conecta las dos plazas más convocantes de la historia del país, ubicadas frente a los epicentros del poder político. Callao va detrás de todas ellas en algún impreciso ranking de porteñidad, tal vez porque, a lo largo de sus casi 3 kilómetros refleja los contrastes y las contradicciones de los habitantes y visitantes de la ciudad.

Por: Carmen Ercegovich – Clarín

El tour que va desde el Congreso de la Nación a Parque Thays es un viaje corto en el espacio pero largo en el tiempo. Hay tesoros arquitectónicos y propuestas culturales y gastronómicas que resisten con hidalguía a las modas y a la impredecible economía argentina, hay rincones que respiran decadencia, otros que murieron y renacieron de la mano de algún empresario loco o nostálgico. También están los huecos donde sólo queda el recuerdo -como el del viejo cine América, donde ahora se levanta una torre de oficinas y viviendas- y están las aperturas de los últimos años, que intentan traer aire fresco y no parecerse a nada de lo que fue. Éste es sólo uno de sus múltiples recorridos posibles, de sur a norte, atravesando los barrios de Balvanera, San Nicolás -la avenida marca uno de sus límites- y Recoleta.

De Rivadavia a Corrientes: puchero, empanadas y billar

El sentido de la circulación parece ir en el mismo de la Historia: allí donde la numeración es más baja se agrupan los edificios más antiguos, aunque muchos hayan pasado del esplendor al ocaso a lo largo del siglo XX. La primera y más fiel prueba de ello es la centenaria Confitería del Molino, cerrada desde 1997. Aunque el inmueble fue adquirido por el gobierno nacional en 2017, hoy es una postal de abandono en permanente espera de su restauración y reapertura. Como contracara, muy cerca de allí se encuentra El Tropezón, reducto tanguero inaugurado en 1896 que pudo haber corrido la misma suerte que El Molino cuando su antiguo dueño se despidió de él en 1983. Sin embargo, 34 años más tarde, una nueva propietaria, Raquel Rodrigo, recuperó el espacio original, la marca y la tradición, y ahora las nuevas generaciones pueden probar su famoso puchero de gallina, como lo hacía Carlos Gardel, que fue cliente habitual.

A pocos metros, la popular pizzería La Americana se autoproclama “la reina de la empanada” desde 1935 y congrega a comensales apurados que buscan las insignias de la casa (tienen casi 20 versiones, de la criolla a la salteña, cuyana, gallega o paraguaya) o una porción de fugazetta al paso, que a veces eligen comer de parados frente al mostrador.

Avanzando hacia Corrientes se llega al bar notable La Academia, que va por su temporada Nº 78 y abre sus puertas a fanáticos del billar y trasnochados (funciona las 24 horas).

De Corrientes a Santa Fe: vermouth, libros y jazz

Cruzando Corrientes, Callao parece calmar su ritmo y empezar, gradualmente, a sofisticarse. El Café Los Galgos refleja como ninguno esa transición: integra con armonía su historia y su presente, ya que desde 1930 cambió varias veces de dueño y tuvo una celebrada reapertura en 2016. Ahora, con Julián Díaz y Florencia Capella al mando (también responsables del exitoso bar 878 en Villa Crespo), la carta va más allá del café y el vermouth de antaño, con platos sencillos pero generosos, pastelería casera y buena coctelería con tragos clásicos.

Cerca del cruce con Avenida Córdoba, mientras las sucursales de la cadena Starbucks y el recién inaugurado Café Tostado reclutan a los estudiantes de las muchas facultades y colegios de la zona, dos locales mantienen propuestas gastro-culturales desde hace 20 y 30 años, respectivamente. Clásica & Moderna abrió como librería en 1938 y solían frecuentarla escritores como Leopoldo Lugones y Alfonsina Storni. Desde 1988 incorporó un restaurante y espectáculos en vivo, y convocó a figuras como Sandro (que les donó un piano), Joan Manuel Serrat y Mercedes Sosa.

A sólo una cuadra, Notorius nació en 1998 como una disquería y bar de culto, en pleno auge del disco compacto, que se podía comprar directamente o escuchar con auriculares en las mesas. Pese a la muerte lenta del CD, el espacio se consolidó como club de jazz & blues, con buena música en vivo para los amantes del género.

De Santa Fe a Libertador: Callao “trendy”

Llegando a la coqueta esquina de Av. Alvear están las sorpresas que no sugiere Google Maps. Dentro del hotel boutique Casa Sur se encuentra Bengal, un restaurante cuya carta se divide en platos de Italia y la India, con pastas, risottos y curries. ¿El dato? Hay menú ejecutivo (mediodía y noche) a sólo $ 230.

Pero sin dudas la vanguardia de la Avenida Callao la marca Henri, que inauguró a fines de 2017 y pretende ser “la punta de lanza de la renovación de la zona”, tal como lo plantea Edgar Betelu, su coordinador. Es un restaurante de sushi, un café con exquisita patisserie, un bar y una galería de arte a la vez. Si eso no suena suficientemente inusual, hay que agregar que forma parte de Espacio Bresson, dedicado a los negocios inmobiliarios desde 2011. Ahora, después de firmar un contrato de compra-venta o aún sin hacerlo, los clientes pueden desayunar, almorzar, merendar o probar un cocktail de la barra a cargo del bartender francés Peter Van den Bossche.

En su último tramo, donde sube la numeración y el precio del metro cuadrado (un departamento en la zona puede superar el millón de dólares), la avenida se vuelve más residencial y las alternativas gastronómicas, aunque escasas, tienen un estilo más joven e innovador. En la esquina de Juncal, de un lado asoma II Quotidiano, que abrió en 2017 y se presenta como “bar de pastas”, con el atractivo de sus cocineros amasando frente a la vidriera tortelloni, pappardelle o piadina, ese delicioso pan finito y crujiente que se sirve solo o relleno. Justo enfrente, debajo de un jardín vertical y casi escondida para el que pasa distraído, está la entrada de La Causa Nikkei, una puerta recortada sobre un muro revestido en madera. Adentro, desde 2014 se sirven platos que fusionan la cocina peruana y la japonesa.

 

Si la Luna va rodando por Callao, como dice el tango Balada para un loco, terminará su recorrido en Parque Thays, donde ahí, al final, todavía hay algo más para ver: el primer y único Museo de Arquitectura y Diseño, emplazado en un edificio ferroviario de 1915.

Desvíos imperdibles

Sin alejarse más de 200 metros de Callao, hay pequeños desvíos por las calles aledañas que valen la pena. Sobre Riobamba, entre Santa Fe y Juncal, se puede ir por una picada y una copa de vino en The Pick Market, parar por algo dulce en The Cupcake Store o un jugo natural en The Factory. Los fans de las joyas urbanas ocultas no pueden perderse el patio del restaurante Como en casa, parte de una construcción del siglo XIX declarada patrimonio cultural de la ciudad.

 

El Pasaje del Correo, a una cuadra y media de Callao sobre Vicente López, es un paseo en sí mismo, con sus balcones franceses y faroles que le dan el aspecto de callecita europea. Alberga, además, el restaurante de tapas La Esperanza de los Ascurra y el reconocido Aramburu, recién mudado en 2018 desde Constitución.

El Pasaje del Correo, a una cuadra y media de Callao sobre Vicente López, es un paseo en sí mismo, con sus balcones franceses y faroles que le dan el aspecto de callecita europea. Alberga, además, el restaurante de tapas La Esperanza de los Ascurra y el reconocido Aramburu, recién mudado en 2018 desde Constitución.

Por último, un bar flamante con destino de hit nocturno abrió hace apenas tres meses en Callao y Quintana: Quintana 422. Casi un speakeasy, no tiene ningún cartel en el frente y sus habitués llegan por un boca a boca que, por ahora, se reduce a un círculo muy exclusivo.

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